La ganadera de El Parralejo: consolidando el futuro

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Visitamos una nueva finca en Aracena, donde la ganadera de El Parralejo ha desembarcado sus toros en una ilusionante nueva etapa.

Hemos madrugado. Apenas son las ocho y media de la mañana y ya hemos dejado atrás Jerez. Aunque aún tenemos días por delante, cuando salgo de esta gran ciudad ya me da la sensación de que esto se acaba. Y no soy el único, porque camino de Sevilla vamos hablando de los buenos ratos que hemos echado en esta hermosa tierra gaditana. Viajamos hacia la sierra de Aracena, y en concreto a esa localidad, porque vamos de visita a una finca que no conocemos, más que por reseñas. Es una asignatura pendiente que tenemos con esta casa hace unos años, cuando el ganadero y amigo José Moya Sanabria compró la antigua finca de Manolo González, que es un paraje único y especial. Y de ello vamos hablando.

El Parralejo es ganadería bien conocida en Pamplona, no en vano ha sido la proveedora de la mayoría de las novilladas de la pasada década. Nueva casa del siglo XXI, creada con vacas y sementales de Jandilla y Fuente Ymbro, debutó en Pamplona el 2011, estando siete años consecutivos dando grandes tardes cada 5 de julio. El nombre se lo dio la finca que tenían en Zufre, en esta misma sierra, y que, perdida entre las montañas, pasó de ser un difícil sitio donde criar toros a un lugar increíble. Pero hace unos años, la familia Moya Yoldi, no solo compró esta nueva finca que vamos a visitar, y que se encargó de arreglar un paraje que no solo es reserva natural, donde cada encina tiene su espacio y derecho a que nadie la toque, porque, también, todos sus edificios y jardines son patrimonio histórico. Les cuento que el arquitecto que hizo los edificios que vamos a ver a principios del pasado siglo es Aníbal González. Los que conocen Sevilla y la plaza de España ya sabrán de quién hablo. Fue un encargo personal del Marqués de Aracena en aquellos tiempos, y entre sus ilustres huéspedes se encuentra el entonces rey de España, Alfonso XIII. Y, ahora, tres navarros, no tan ilustres, estamos deseosos de conocer tal lugar, y de saber más de esta apreciada casa.

Y a la hora prevista llegamos a Monte San Miguel, donde Javier Moya, junto a Rafael Molina, nos esperan prestos a enseñarnos esta casa. Javier, el pequeño de los tres hermanos, es quien lleva los temas de fincas y la ganadería, y él nos cuenta que en sus mil y muchas hectáreas, también se dedican a la montanera. No en vano estamos en Jabugo, y una finca de cientos de encinas, es buen aprovechamiento para los hermosos cerdos que por estos lares viven. La montanera, les cuento, es pesar a los cerdos antes y después de que entren en tu casa, y cobrar el engorde de este animal, tan demandado ya, en todo el planeta. Rafael Molina es el representante de la ganadería, y, desde aquel 2007 en que se formó esta casa en los Sanfermines de aquel año, ha llevado las riendas de la misma. Como bien dicen los hermanos Moya, nos tenemos que rodear de quienes saben de esto, y Rafael lo es.

Paseamos por la finca los tres navarros junto a ellos preguntando todo, porque es una maravilla allí donde miramos. Los cercados son una maravilla. De piedra, como en muchas fincas más, utilizando lo que se tiene. Pero todo está hecho con mimo. Yo de mayor quiero ser toro en esta casa, nos decimos. Con espacio para cada lote, vamos viendo los toros de Sevilla y Madrid, porque son las dos corridas principales de este año. Y es que, si todavía no se han enterado en el escrito, esta casa no viene a Pamplona. Eso nos lo tienes que hacer tú para el próximo San Fermín, me dice Rafael con guasa. Y antes de que salga nuestra corrida a Sevilla, porque si sale excelente, ya nos lo ganamos solos. Nos reímos todos. Y les cuento esto porque no es sencillo ser ganadero. Qué fácil es pensar que poderoso caballero es don dinero. Quizás valga para todo. Para una guerra incluida. Pero en esto de los toros, créanme, luego sale el animal, y ante veinte mil almas, descompone años de esfuerzo y confianza. Pero, de igual forma, hay ganaderías que por hechuras es más que complicado que estén en nuestra tierra un siete de julio, y otras que tienen un futuro claro, y trabajan y luchan por estar en todas las principales plazas de primera categoría del mundo. Y la monumental pamplonesa es plato principal y deseado para todos los ganaderos de bravo del planeta.

Vemos la camada de saca, la que sale este año, y vemos también los novillos. Porque es más que interesante ver lo que tienen para el próximo año. Algunos de esos maravillosos animales pueden correr, quizás, las calles de Pamplona.

Terminamos visitando las instalaciones, el palacio, la plaza de toros nueva, gran ingeniería entre encinares, sin tocar una sola rama de estos centenarios árboles que jalonan la moderna redonda, y sus hermosos jardines, donde el esfuerzo ha sido no tocar nada de lo que fue. Solo reformar, dando el gusto a quienes vemos aquello. Reformas de palacio y plaza de armas, hechas piedra a piedra, ladrillo a ladrillo, según las ordenanzas de cultura y patrimonio. Pero, me van a perdonar otra vez, eso es lo de menos. Y así, comiendo se lo hago saber. Para mí, y creo que es personal, a todos los que conocieron a aquel gran hombre, al que llamábamos Pepe con soltura y candidez fraternal, esto es una ganadería con el futuro que soñó aquel sevillano loco, trabajador como ninguno, hombre de éxito hecho a sí mismo, que siempre pensó que podía ser ganadero de bravo, y que, esté donde esté, va a ver cómo sus hijos, junto a su esposa Concha, van a llevar a cabo todo lo que imaginó. Madrid, Sevilla, que ya están. Y Pamplona. Que seguro antes que después será. Y esperemos estar todos. No faltar nadie para rendir respeto y admiración por aquel amigo que lo dio todo por ello.

Salimos camino de Mérida agradecidos por lo que hemos vivido en el día de hoy. Íbamos preparados, y marchamos más que sorprendidos. Ya podemos chulear de haber conocido la mejor finca de toda la península, nos decimos. Pero, ante todo el toro. Negro y con hechuras. Eso es lo primero.